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sábado, 1 de diciembre de 2012

Tema de la verdad: Rashomon de Akira Kurosawa

1. Ficha técnica y artística.

Título: Rashômon
Título original: Rashômon
Dirección: Akira Kurosawa
País: Japón
Año: 1950
Duración: 88 min.
Género: Criminal, Drama, Intriga
Reparto: Toshirô Mifune, Machiko Kyô, Masayuki Mori, Takashi Shimura, Minoru Chiaki, Kichijiro Ueda, Fumiko Honma, Daisuke Katô
Distribuidora: Los Films del Búho
Productora: Daiei Studios

Dirección: Akira Kurosawa
Diseño de producción: So Matsuyama
Fotografía: Kazuo Miyagawa
Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto
Montaje: Akira Kurosawa
Música: Fumio Hayasaka
Producción ejecutiva: Masaichi Nagata

2. Akira Kurosawa

Akira Kurosawa (Kyūjitai: 黒澤 明, Shinjitai: 黒沢 明 Kurosawa Akira?, 23 de marzo de 1910—6 de septiembre de 1998) fue uno de los más célebres directores de cine de Japón. Comenzó su carrera con Sugata Sanshiro (La leyenda del gran Judo), dirigió más de 30 películas, entre ellas algunas tan conocidas como Los siete samuráis, Rashōmon1 o Dersu Uzala. En 1990 recibió un Óscar honorífico por su trayectoria.

3. Relación entre la película y el tema de la verdad.

El argumento viene de una de sus historias, llamada En un bosque (1921). En ella relata el asesinato de un samurai, tal y como lo narra un leñador a un monje budista y un cínico viajero, según las diferentes versiones dadas en el juicio por un bandido (llamado Tajomaru), el muerto (que habla por medio de una médium ) y la mujer (que ha sido violada). El relato que da titulo a la película, Rashomon (1915) proporciona a su vez el escenario de una puerta en ruinas de Kyoto, la antigua capital de Japón, rodada en decorado bajo una lluvia torrencial realmente impresionante. La compleja estructura narrativa de Rashomon forma así como un caleidoscopio, que nos desvela una profunda reflexión sobre el ser humano, que no ha perdido nada de actualidad. Ya que no nos engañemos, las cosas que atormentan al hombre son más complicadas de lo que parecen. En un sentido, la verdad parece imposible de alcanzar. Es como si fuera inasible. Puesto que la persona, incluso después de muerta, parece estar como oculta tras la máscara que adoptó a su paso por el mundo. Uno diría por lo tanto que es imposible llegar a cualquier certeza, debido al papel que representamos en este teatro del mundo . Es como si el ser humano se viera incapaz de destruir la imagen que se ha formado de si mismo. Kurosawa nos da una visión del mundo como un espacio inhóspito y violento, en el que todos los hombres son culpables. Para él, no sólo es que no hay una verdad objetiva, sino que todos somos parciales, egoístas y miserables. En esta película todos mienten, ¡incluso el muerto! En su Autobiografía (publicada por Fundamentos en Madrid en 1990), el director escribe que Rashomon retrata un "ser humano que no puede sobrevivir sin mentirse, para creerse que es mejor de lo que realmente es". Muestra por eso,"la pecaminosa necesidad de la mentira", que llevamos hasta la tumba. Porque "el egoísmo es un pecado que el ser humano arrastra desde su nacimiento" y "es lo más difícil de liberar de nuestra persona". La perplejidad que esto produce, hace exclamar al religioso: "No lo entiendo, de verdad, no entiendo absolutamente nada". Su idea de la bondad del hombre choca con una realidad brutal, que hace que después de todo lo que el monje budista ha visto, crea que ya no pueda confiar en nadie nunca más. Ante tal encuentro con la muerte, el sacerdote exclama: "Verdaderamente la vida del hombre es tan frágil y efímera como el rocío matinal". Un pesimismo existencial se extiende por toda la narración, que contrasta con el humanismo de las películas anteriores de Kurosawa. Es cierto que una puerta parece dejarse abierta a la esperanza, con un final algo forzado, cuando los personajes encuentran a un bebé abandonado y el leñador decide adoptarlo, devolviendo al sacerdote su confianza en el género humano. Pero tal y como dice Manuel Vidal Estévez en su interesante estudio sobre Kurosawa ( Cátedra, Madrid, 2000), esta conclusión tampoco resulta demasiado optimista, ya que "al fin y al cabo, la profesión del monje consiste en creer, y basta un mínimo detalle para que se justifique su obstinación en la creencia". Su fe sería por lo tanto algo irracional. "Los hombres siempre decimos mentiras", dice el escéptico de esta historia: "Tenemos tantas cosas ocultas que no somos sinceros, ni con nosotros mismos". Algo que para él, la mujer disimula con las lágrimas, engañándose a sí misma. Aunque el monje no puede creer que los hombres sean tan pecadores como para que hasta la persona muerta no diga la verdad. Pero "¡Ese es tu problema!", le contesta el cínico viajero, "crees que hay alguien totalmente sincero". Pero "todos pensamos que lo somos, aunque no lo seamos", ya que "nos olvidamos de lo que no nos conviene", porque "creemos nuestras propias mentiras". Es "más cómodo y fácil", puesto que "ningún mentiroso quiere reconocer que lo es". Pero "¡es horrible!", dice el religioso: "Si no puedes creer en las personas, el mundo es un infierno". Y eso es lo que es para su interlocutor. Algo que le recuerda irónicamente el nombre del lugar donde están, Rashomon, la llamada Puerta de los Demonios. Ya que "aquí en la Puerta de Rashomon vivía un demonio, y se fue, porque tenía miedo de los hombres". Esa desolación la explica Miguel Marías (que tradujo las Cartas del diablo a su sobrino de C. S. Lewis) en el programa de Garci, desde la ausencia de toda idea de perdón en una cultura budista como la japonesa, donde prevalece siempre la idea del karma, la ley de causa y efecto que tanto fascina a muchos ahora en Occidente. Por lo que "la culpa se arrastra durante la vida". No solo el autor de estos relatos se suicidó, sino también Kurosawa lo intentó en 1971, pero su criada le encontró, cuando se acababa de cortar las venas, pudiendo entonces salvarle. El Evangelio nos presenta sin embargo la esperanza del perdón. Dios irrumpe en ese círculo de mentiras en el que vivimos, mostrándonos que Cristo es la verdad. Su Palabra pone en evidencia quiénes somos. Porque es cierto que nos engañamos a nosotros mismos, pensando que somos mejores de lo que somos en realidad. Pero cuando nos vemos tal y como somos, ya no necesitamos esconder nada. No hace falta ya aparentar. Jesús dice "La verdad nos hará libres" ( Juan 8:32). Vemos nuestras contradicciones, pero sabemos que en Cristo Jesús, no somos cómo vemos que hemos sido y todavía somos. La esperanza cristiana es que esperamos vernos un día tal y como Dios nos ve, transformados a imagen de su Hijo. Y todo lo que ahora nos avergüenza será finalmente olvidado. Ya que si estamos "en Cristo", por su muerte y resurrección, hemos muerto al pecado y tenemos nueva vida en él. Hemos nacido de nuevo ( Juan 3). Y aunque esa vida está todavía "escondida", sabemos que "cuando Cristo nuestra vida se manifieste, entonces nosotros seremos manifestados con él en gloria"

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